jueves, 14 de mayo de 2015

Izar la negra

perdonad mi ausencia, al menos en caso de que alguna vez haya estado. sigo escribiendo como un diablo, sigo dando tumbos por la vida, sigo recitando cuando me llaman, o me necesito. sigo, en general. supongo que no publico porque veo esto de otra forma, o porque directamente pasan del nuevo documento de texto a mi voz, y de ahí a quien le llegue.
hoy os dejo un golpe en la mesa. el último, por ahora. el siguiente, desde hace un rato.
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secreto a voces
…O todavía.
Escandar Algeet.

Fingimos que la mala suerte era un bache necesario, y llegó el día
en el que sólo nos preguntábamos el color del abrigo con el que nos iba a abrazar,
la tristeza, esa misma noche.
Como si todo, a las cinco de la mañana,
le quitara cualquier pequeño sentido que le hubiéramos dado, de día, al sol.
Cansados de presenciar milagros a pie de calle y decepciones entre las nubes,
asfaltamos el miedo haciendo, de la vida,
una carretera de un único sentido.
Esperanza, lo llamamos,  sí,
y, otra vez, nos dejamos la cara y las manos por un dios
que, en el fondo, todos sabíamos que no existía.
Y pintaron de rojo y dibujaron cuernos, a todo el que quiso oponerse.
Pero si ellos son el demonio, lo siento, pero está claro
que elegimos mal el bando.

El olvido debe llevar un vestido de infarto
porque cada cuatro años volvemos a meternos, obedientes, en su aserradero,
y el mismo serrín de hacer con nosotros lo que quieren,
es el que usan como confeti en sus fiestas, nuestras pieles
tapizan sus deportivos, y ya no nos queda más que aceptar que somos
nuestra principal razón, causa, excusa y motivo para ser tan absurdamente
dóciles.
Pero ahí fuera siguen sueltos los hijos del hermano bastardo, escondidos
en torno a sus hogueras, haciendo sonar sus tambores
para recordarnos que estamos en guerra.
Los que cuentan el gran secreto a voces: Que las heridas en las manos valen más
que cualquier título millonario.
Ahí fuera, siguen los que tuvieron que cargar, como una droga cualquiera,
con una mala reputación,
los que no van a rendirse hasta ver el mundo, su mundo, arder.
Los que hacen de la madrugada un buzón de reclamaciones a la vida.
Ahí fuera siguen, pintados de rojo
con la sangre de cientos, ahí
fuera, siguen, con los cuernos de corretear tanta mentira.
Y como decía, si ellos son el demonio, perdona que les diga,
está claro que elegimos mal el bando.

Así que no lo olvides, la próxima vez
que te cuenten como a un simple número,
que dios los cría, sí.
De acuerdo.
 Pero ellos, nosotros,

somos los que los esquivamos.